lunes, 6 de enero de 2014

Opinión

Radio–póstumas

¿En qué momento ser el número uno de los 40 se convirtió en signo de desprestigio para un artista? En los últimos tres o cuatro años, en los medios musicales se han empezado a colar ciertos testimonios que atribuyen esta devaluación a una estrategia malograda de las radio–fórmulas. Ante la escasez de recursos de las discográficas, que poco a poco han disminuido sus inversiones en promoción a través de las ondas, las radios buscaron otro método de supervivencia. Mientras que, en los 90, los grandes sellos discográficos conquistaban las listas de los más escuchados (¡y vendidos!); ahora la burbuja ha estallado y las radio–fórmulas caminan en su propia dirección. Una dirección que, en muchos casos, las ha descalabrado. Engañar a tantos oyentes durante tanto tiempo no era tarea sencilla.

En marzo de 2011, una entrevista publicada en Rolling Stone revelaba –o más bien exhibía– los intereses de quienes calificaba como “las cuatro personas más poderosas de la música en España”. Una de ellas era el empresario Jaume Baró, director de 40 Principales, que aseveró que su único desvelo eran las cuotas de audiencia: la emisora no aspira a crear grandes éxitos con calidad musical, sino a mantenerlos a través de una difusión constante. Hace años que las discográficas han dejado de pagar para que suenen sus canciones, de modo que la cadena de la S.E.R. ha decretado un nuevo principio básico: llegar a las masas ofreciéndoles exclusivamente lo que quieren escuchar y evadiendo cualquier riesgo. Una premisa que se ha transformado en máxima: se emiten hits del siglo pasado que no permiten que géneros o artistas novedosos asciendan en las listas. De vez en cuando, cada vez con menos frecuencia, grupos y solistas nuevos saltan al número 1. Sin embargo, es probable que si los escuchan les asalte un “esto me suena”. Y puede que esa familiaridad les encante. Gran parte del público siente rechazo hacia lo distinto.

Para asegurarse el cupo de audiencia y por tanto de publicidad, algunas radios contratan empresas que elaboran encuestas con el fin de conocer el perfil de su oyente más típico y tópico; de modo que la música que suena en los medios convencionales se convierte también en la más típica y tópica. Por eso agradan a un público mayoritario. Pero no todos los oyentes somos tan conformistas. Algunos nos hartamos de la vieja fórmula y buscamos otros estilos, letras elaboradas, menos coreografías… En definitiva, canciones irrepetibles, sin adornos.

La solución para los que desean explorar terrenos diferentes es, indudablemente, la red. Como los jóvenes son los más resueltos en este ámbito, el inmovilismo de las emisoras también les influye en mayor medida: son inconformistas y las radio – fórmulas no consiguen fidelizarlos.

Parece que ha habido un exceso de canciones del verano y de grupitos de cantantes–modelo. ¿Se acercará el final de la era pop en nuestras emisoras? Las constantes pérdidas de audiencia instan a un cambio de táctica y la figura del oyente gourmet adquiere relevancia conforme el negocio de masas se deteriora. Es el momento de elegir con nuestro propio criterio. La hecatombe de la industria supondrá el verdadero auge de la música.

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